VIERNES SANTO EN ÉCIJA, años 50

 

 

 

 

 


Un hondo silencio en el pueblo reinaba.
Todo el mundo mostraba dolor.
Solo arriba, en las torres, se oía la matraca
recordando a los fieles la muerte de Dios.

En los templos los paños las aras cubrían,
en las calles la pena y dolor se palpaba.
Todo estaba cerrado, recordando el día
en que el Verbo Divino su vida ofrendara.

Arriba, en las torres, también se escuchaba
a aquellas cigüeñas, que con picos largos
junto a las matracas, lúgubres sonaban
tañendo a tristeza con sones macabros.

Dios estaba muerto y nadie cantaba.
Sólo por la noche, bajo un gran silencio,
y todas las luces del pueblo apagadas,
con los nazarenos con mantos de armiño,

solemne, grandioso, cruzaba mi pueblo,
un largo desfile de ocultos fantasmas,
portando en la urna de carey y plata,
a Dios, nuestro Padre, en su Santo Entierro.


© Antonio Pardal Rivas.

Semana Santa del año 2.005.