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Pena
infinita de ver que se acaban
los bellos tiempos de amor que contigo
dulces viví, escuchando a tu abrigo
las melodías que aladas volaban.
Pena
y tristeza al no oler la fragancia
que nos mandaba la mar, cuando unidos,
ciegos los dos, de pasión derretidos,
nos embriagaba inundando la estancia.
Hoy,
afligido al saber que ha llegado
el día aciago en que debo partir
lejos, muy lejos, por fin, de tu lado,
canto
lloroso de tanto sufrir
inutilmente, mi pecho afectado
por un destino que me hace morir.
©
Antonio Pardal
Rivas
5-04-10
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