
La
noche fue terrible...
Leila, en la negrura, me abrazaba con delirio.
Me quería para ella, para siempre, en el suplicio
de un dolor que me asfixiaba en la agonía de su amor.
Quería
el corazón...
Y Leila, silenciosa lo estrechaba
con manos tenebrosas que arráncaban
la existencia en la sima del dolor.
Sus
ojos me incitaban
moviendome a morir en su regazo
rodeado con horror por alimañas
de aciaga faz, terrible y fría.
Y Leila
proseguía
su fiesta trasnochada, desabrida,
en un rapto fugaz que me llevaba
al antro misterioso de la arpía.
Triunfante,
sin embargo,
la suave claridad de la alborada,
su luz apaciguó la orgía desatada,
brillando lo bermejo bajo el sol.
Fue
una noche terrible...
Desde entonces viviendo no soy nada.
Solo un tronco podrido en el temor,
que aguarda resignado la visita...
de Leila...
©
Antonio Pardal
Rivas
28-05-09
Nota: Leila significa negro, en árabe
y hebreo. En español se denominaban así a fiestas nocturnas
de brujería que celebraban los moriscos.
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