Esas
nubes calladas que agonizan
deshojando la albura de sus fríos
son el suave vaivén de desvaríos
por penas que en mi pecho se eternizan.
Esos
copos que blancos rivalizan
decorando los campos de atavíos,
sólo son los anuncios más sombríos
de heridas que mi mente martirizan.
Silente
el revolar de la blancura
que cubre lentamente la floresta
con manto que enaltece su tristura,
pausada,
misteriosa, baja presta
del cielo hacia la muerte más segura,
la nieve como sábana funesta.
©
Antonio Pardal
Rivas
11-1-09