
Doy
vueltas a este asunto muchas veces
y sé que la razón no debo darme,
pues puedo bien con ello equivocarme
pensando inutilmente mil sandeces.
Mas
sufro de congojas y extrañeces
sintiendo que al morir y despertarme
jamas yo ya podría desligarme
de eterna beatitud, orando preces.
No
quiero oir los ángeles cantando.
No quiero, la verdad, no me fascina
quedarme eternamente a Dios orando.
Prefiero
el otro cielo, el que termina
cercado uno de huríes, procreando,
envueltos para siempre en luz divina.
©
Antonio Pardal
Rivas
20-09-08
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