DISIMULO

 

 

 

 

 

 


Cuando vuelves a casa y te encuentras cansada,
no quiero que aquí halles rescoldos de tristeza
que empañen la alegría de la dulce belleza
que emana de tus ojos. Y cuando enamorada

me abrazas, sonriente, al fin de tu jornada,
encubro la aflicción que ronda mi cabeza,
sacando de mi cuerpo la fuerza de flaqueza
para que tu alma siga feliz e ilusionada.

¡Fue tan grande la dicha que sentimos otrora...!
¡Tus ojos hechiceros aún guardan tal ternura...!
Que no quiero que notes la garra agobiadora

que atenaza mi pecho como una vil conjura,
al saber muy cercana la malhadada hora
en que habré de dejarte inmersa en la amargura.

 

© Antonio Pardal Rivas

29-10-07

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER