LA ALPUJARRA

 

 

 

 

 

 

 



Dormido en la ladera de la cumbre,
cual plácido nidal de golondrina,
tu humilde caserío se adivina
cubierto por la nieve en su techumbre.

En cada casa tuya arde una lumbre
cual diosa de la vida en la cocina,
con llama tembrorosa y danzarina,
fanal de antigüedad y reciedumbre.

Allá, junto al albor, no hay arboleda,
tan solo prolifera la retama
que fúndese en tus lares con la parra.

Debajo, en la angostura, la alameda
adorna con verdor el panorama
de luz, de paz y amor, de la Alpujarra.

 

© Antonio Pardal Rivas

9-05-07

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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