
El ventanal del castillo almenado
guarda celoso la cara a una dama
que con temor mira el cruel panorama
por el que ha de volver el cruzado.
Hace dos años se fue el desdichado
y la dejó solitaria en la cama
donde sufrió tristemente su drama
con cinturón de pureza y candado.
Ahora la joven carece de prisa
por el retorno del dueño querido
sobre su hermoso y alado corcel,
pues que ya tiene lo que ella precisa:
una gran llave que asaz le ha fundido,
con sumo amor, un donoso doncel.
©
Antonio
Pardal Rivas
14-12-06
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