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Y
volverán tus ojos a acariciar los míos,
con esa gran dulzura que tiene tu mirada.
Y volverá mi alma, feliz y enamorada,
a bañarse en las aguas de tus besos bravíos.
Y nunca tornarán los sentimientos fríos
que un día maldijeron nuestra vida pasada.
Los que trajeron penas y no nos dieron nada.
Los que solo dejaron tristeza y desvaríos.
Y cuando nazca el día en que vuelvas a mí
y llegues a quererme con la locura de antes,
sabiendo que soy tuyo y tú eres mi mujer,
olvidaré las penas que por ti padecí,
uniremos los cuerpos como tiernos amantes,
y gozaremos juntos de un nuevo amanecer.
©
Antonio Pardal Rivas
Octubre-2006
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