¡Tiempo dichoso en que necio creía
en la bondad y el amor del amigo!
¡Tiempo feliz el de aquel bello día
que ahora, sangrante mi pecho, maldigo!
¡Cuanta ilusión en mi alma sentía!
¡Cuanta ternura, inocente, entregaba!
¡Como cantaba, soñaba y reía,
mientras el mal, a traición, acechaba!
Ahora me siento cual viles despojos,
de un triste juego que ya ha terminado,
cruel, inhumano, falaz y podrido.
Ahora, por fin, se han abierto mis ojos
a la verdad de este juego malvado,
y con espanto, me fluye un gemido.