Había un señor muy pedante,
¡Más pedante todavía!
que en el limbo de los dioses
gran poeta se creía.
Él entendía tal arte
como la gran facultad
de escribir largo y tendido,
con palabras rimbombantes
que solo las descifraban
su élite de "entendidos".
Y desde la majestad
que su Olimpo le otorgaba,
al que apreciaba, aplaudía,
y a los demás les decía
que daban grandes patadas.
Viendo su comportamiento
pontificando día a día,
un humilde aficionado
de los que patadas daba,
le retó a hacer un soneto
que probase su valía.
Mas muy digno replicó,
con muchísima arrogancia,
que eso era cosa anticuada,
y quedose tan tranquilo
escribiendo extravagancias.
Y así, el humilde poeta,
cabizbajo se marchó,
después de ser comparado
¡Hasta con Corín Tellado!.
Y allá, en su modesto foro
prosiguió escribiendo versos,
con enorme frustación,
pues todavía no ha encontrado
una triste poesía
de ese endiosado santón...