El pintor le encerró en aquel cuadro,
el hombre protesto: no, no quería,
el pintor le ignoró, la obra era suya
y no escuchó del hombre su porfía.
Le pintó con afán, con noble porte,
el vestido real, corona en testa,
un gran galgo a sus pies con ojos tristes
pareciendo salir de alguna siesta.
Mucha gente llegó a la exposición
de aquel pintor famoso
que pintaba a los hombres.
Mas atónitos vieron
un galgo que dormía...,
pues el hombre del cuadro ya escapó.
Y mezclado entre todos se reía...
Sofía Martinez-Avellaneda
29 de agosto de 2007