EL MORTAL

 

 

 

 

 

Cruzaba todo el bosque con denuedo
en busca de la fuente milagrosa
donde saciar su sed de un infinito
de aquello que en el tiempo no mudara.

Perpetua eternidad, sólo en sus sueños
vislumbraba posible y relucía
cual estrella lejana que de noche
asomaba su faz con luz brillante.

La belleza, el amor, nada perdura,
se esfuma como el humo por el viento
sin saber del instante, como y cuando.

Cansado se durmió sin despertar
envuelto entre las nubes misteriosas
que esconden hasta el sol de un más allá...



Sofía Martinez-Avellaneda
19 de junio de 2007

 

 

 

 

 

 

 

 

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