EL RÍO ENAMORADO

 

 

 

 

 

 

De la roca brotó timidamente
miró al sol asomando la cabeza
poco a poco mostró su gran destreza
resbalando por ella dulcemente.

El agua cristalina mansamente
aumentó su caudal y su nobleza,
se convirtío en un río sin pereza
que jubiloso fue al mar alegremente.

El mar, que era mujer, le recibió
mezclándose la sal con la dulzura
que el río como amante le ofreció.

Y abrazados los dos con gran ternura
a la sal de su amada se entregó
por siempre y para siempre en su ventura...


Sofía Martinez-Avellaneda
6 de febrero de 2007

 

 

 

 

 

 

 

 

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