POR LA MANCHEGA LLANURA
Por la manchega llanura,
a lomos de Rocinante,
marcha un caballero andante
en busca de la aventura.
¿Su nombre? Alonso Quijano.
Mas le llaman Don Quijote,
de los truhanes azote
y de los pobres hermano.
Pues enristra igual su lanza
contra un pérfido patán
que luego comparte el pan
con el sabio Sancho Panza.
Juntos van por el camino,
cada cual en su montura;
el de la triste figura
en rocín, Panza en pollino.
Bregan mucho y comen poco.
A Quijano no le apura,
mas Sancho siente amargura
y piensa si su amo es loco.
Aquello de los gigantes,
- que eran aspas de molino -
le dejó triste y mohíno,
según relató Cervantes.
Tras del manteo la afrenta,
por confundir los pellejos,
hace a Panza querer lejos
alejarse de la venta.
Y así cabalgan deprisa
para evitarse más males,
pues tapan sus cardenales
apenas con la camisa.
Uno piensa en Dulcinea
y otro sueña en su Gobierno
mientras van por el Infierno,
bajo el Sol que es una tea.
Y envueltos los dos en sueños
van transcurriendo los días.
No les faltan alegrías,
pues son del mundo los dueños.
A nadie le rinde cuentas
Don Quijote en su locura,
mientras que Sancho procura
que les alcancen sus rentas.
Pues Panza es de buen comer
y enemigo de ayunar.
Siempre pensando en yantar,
comida ha de proveer.
Que si bien el caballero
de alimento no precisa,
no piensa de aquesta guisa
el gordinflón escudero.
¡Ah, castellana nobleza
repleta de valentía!
El mantener la hidalguía
cuesta a veces la cabeza.
¡Santiago y España cierra
que, para agrandar su gloria,
esta magnífica historia
la escribió un manco en mi tierra!
Si llega a tener dos manos
a saber qué hubiera escrito,
pues fue el mayor erudito
de los vates castellanos.
Francisco Escobar Bravo
29 de septiembre de 2008