POR LA CUESTA DE LA VEGA




Por la Cuesta de la Vega
bajan los dos caballeros
a lomos de sus corceles,
tan veloces como el viento.
Van en busca de la amada
del hermano más pequeño,
pues a los dos les unía
tal fraternal parentesco.

Llegó el joven a su reja
y vio a la dueña gimiendo.
- ¿Qué ha ocurrido? ¡Pronto, dime! -
- La ha raptado un sarraceno.

Al oír tales palabras,
el corazón le dio un vuelco;
de un brinco subió al caballo,
ardiendo de furia y celos.

En busca fue de sus armas,
marchando al hogar paterno
y, enterado ya el hermano,
ya se lo encontró dispuesto.
- No vengas, que habrá peligro,
que a no dudar moriremos
y no es cabal que un anciano
se quede sin tener nietos.

Desmonta y espera el alba.
Si para entonces no he vuelto
decide tú lo que quieras,
porque es seguro que he muerto. -.
- Si hay que morir, ¡venga pronto
la Muerte en forma de hierro!
Pero tú sólo no sales,
no exijas me quede quieto.
-.

Y por la cuesta cabalgan
juntos los dos, serio el ceño,
con las lanzas en sus manos,
cubriendo el sudor sus cuerpos.
Ya se divisan las luces
que alumbran el campamento
donde dormitan los moros,
ya llegan y embisten prestos.

Al primer moro atraviesan
con premura, que aún despiertos
no se encuentran sus rivales
pues duermen el primer sueño.
A otros más también dan muerte.
Mas listos los agarenos,
pronto se ven rodeados
y acaban rodando al suelo.

- ¡Te lo dije! ¡En qué mal hora
te acepté por compañero!
¿Qué será de nuestro padre
al saber que somos muertos? -.
- Pues que nacimos de un vientre
es justo que así acabemos.
Con las armas en la mano,
los dos juntos combatiendo.
-.

Así se acaba la historia
de dos nobles madrileños.
En Magerit lloró un hombre,
que lamentó el ser ya viejo.
Porque si joven él fuera
hubiese muerto con ellos.
Sus lágrimas son de orgullo,
no porque no será abuelo.



Francisco Escobar Bravo
3 de agosto de 2008

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