No mires ya más mis ojos apagados,
ni esperes sonrisas en los labios;
no busques el calor del cuerpo.
Siente, más bien, este hielo silencioso.
Apaga la luna hacia arriba en tu boca,
acaricia un día con sal y lágrimas
e inicia el rito de la despedida
sin prolongar un dolor innecesario…
Arrastra contigo sueños y amor;
recuerda lo que hemos vivido,
para que sea tu guía
en el nuevo camino que te espera.
Obliga a tus labios a brillar nuevamente,
y cuida tu piel
para que no se convierta en humo;
amor, pon agua a tus besos de trigo
para que florezca en ellos
esta amapola radiante y dichosa.
¡Sé feliz! ¡Vive tu tierra y tu vida,
que yo sabré esperarte
en el punto donde nacen las estrellas...!
Carmen.