Cuánto tiempo ha pasado desde aquél día
que mi padre un gorrión me traía;
con sus saltos y sus trinos
estuvo en casa dándonos alegría.
Era uno miembro más, como de familia,
a todo el mundo con su canto recibía.
Con las ventanas abiertas, irse no quería,
y dócil a cualquier llamada acudía,
hasta que llegó el fatal momento,
erró en su vuelo y a la olla hirviendo caía.
Con mi estima para Ana-gorrión-Ana.-
9 de junio de 2006.
Carlos.