DESDE LA CEGUERA PROFUNDA

 

 

Desde la noche intensa de negrura,
sin focos que fulguren mi camino,
con las yemas, por ojos, adivino
tu cara, tu alegría y tu hermosura.

Sube la sutileza, por ventura,
para captar el bálsamo divino,
límpido, puro y símbolo genuino
de cuánto me rodea la natura.

Conozco de este mundo de colores
sólo uno, el triste negro, que me impide
ver cómo es la belleza de las flores.

Pero en mi cuerpo, cual galán reside,
otro sentido oliendo sus olores,
y haciendo que la vista se me olvide.

Junto a él, en mí preside
el ritmo musical de ruiseñores
y gusto de vivir, ¡Dios me lo pide!


Carlos
15 de abril de 2008

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER