Maldigo a la mujer que me tuvo en su seno
durante un tiempo breve, pero tan agradable,
de él me arrojó con furia y de manera execrable,
hoy le pregunto desde la nada, mi terreno
de limbo, cielo, averno, donde camino y peno
¿si no había peligro con mi vivir afable,
porque me asesinaste, de qué fui yo culpable?
¿O era que tu corazón manaba veneno?
No te puedo llamar madre pues no soy tu hijo
ni yo te pertenezco, pero estaré en tu mente,
que no en tu vida, en la que me negaste cobijo,
por tu fatal juicio de matar a un inocente,
te deseo disfrutes con grande regocijo
la hazaña, en tu universo hediondo y concupiscente.
Carlos
11 de abril de 2008