PERLAS ESTRELLADAS

 

 


Aún no pueblan el cielo
las estrellas brillantes,
no ilumina todavía la luna
el sendero del muchacho.

Pero ya agotado está.
En la mullida hierba
quiere descansar.
Al sueño reparador
se ha entregado ya.
Un cometa luminoso
vela por su sueño.

Al punto una melodía
de clarines y tambores
y un resplandor intenso,
despierta su sueño.
Con una voz que le habla
que así le dice:
_ Despierta Asoka
soy Siddhartha,
y quiero hablarte
_ Te espera un gran destino
de nobleza y humildad
de amor a tu pueblo,
de grandes logros
en nombre de la paz.
_Yo alumbraré tu camino
como ahora tu destino,
pero has de encontrar
sabiduría y raciocinio,
para poder gobernar
_En el valle del Mekong
cerca de Ridung,
has de meditar .
_Lo harás durante tres días
y al amanecer del último
un regalo te ofreceré
que habrás de estudiar.
_Si con sabiduría lo haces
y con atención observas
sabrás que has de hacer,
y una vez lo hayas hecho
tu destino cumplirás.

La naturaleza es aliada
que le ayuda a ver la paz.
Su interior fluye fuera
como el agua del manantial.
Adquiere la tranquilidad.

El entorno que le rodea
de sabiduría le llena.
Las aguas del río al correr
le hablan de libertad.
Aves y otros animales
cantan por la paz,
plantas, árboles y flores
serenidad le otorgan.
La noche estrellada
a su alma calma da.

Dos días meditando
en el paraíso perdido
adquiriendo el conocimiento
de lo interno y lo externo.
Alcanzando sabiduría,
valor y sosiego.
No quisiera abandonar
nunca este lugar,
pero siente y sabe
que ha de hacerlo.

Amanece el tercer día,
a su lado lo prometido:
una bolsa y su contenido,
ese es su regalo.
Su interior descubre:
medio centenar de perlas
es el precioso don.

A cuál más hermosa
y de estimable valor.
Pero siente...
que no es ese el regalo
que el profeta le dio.

Todo el día meditando
que hacer con su don,
no ha de tomarlo
no ha de dejarlo,
difícil es la elección.

Ya la noche le alcanza
mirando las perlas, pensando
y no sabiendo qué hacer.
Alza al cielo la vista,
y unas estrellas
fijan su atención.
Mira las perlas y advierte
el brillo de algunas es mayor,
mira al cielo y comprende.

Toma en su mano las perlas,
al cielo las lanza y ve:
casi todas caen, menos aquellas
que brillaban como el sol.
Siete perlas que ascienden
hacia la Osa Menor,
el resto queda en el suelo
esperando otro poseedor.

Abandona el paraíso
en pos de su destino,
que será tan merecido
por la paz, sabiduría y honor.
Dejando las perlas
que nunca fueron suyas.
Porque las que le pertenecen
estarán siempre con él,
cada vez que mire al cielo
¡En una noche estrellada!

Al-campoamor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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