LA ESPERA

 

 

 

 

 

 

Regaré con mi llanto aquel camino
por el que te apartaste de mi senda.
Beberé en los arroyos cristalinos,
aguardando, paciente, a que tú vuelvas.

Todas las tardes subiré al otero
hasta que llegues con tu andar pausado.
Todas las tardes gritaré: ¡Te quiero!,
y me diré: ¿Por qué se habrá marchado?

Y en las mañanas, al nacer el orto,
caminaré incansable por los campos,
buscando inasequible tu retorno
para que seques de mi rostro el llanto.

Y así, día tras día seguiré,
aguardando desandes el camino
que una vez recorriste con tus pies
sin pensar en lo duro del castigo.

Pues sé que llegará el feliz momento
en el que te convenzas que en la tierra,
nadie te quiso como yo te quiero.
Y ese día será cuando tú vuelvas.

Mientras llega la hora del regreso,
cuido en nuestro jardín tus azucenas,
oigo el rumor del agua en nuestra huerto,
y lloro recordándote con pena.

Mas no dudo del fin de esta tristeza,
y prosigo esperando tu llegada,
paciente, resguardado en la arboleda,
para darte otra vez toda mi alma.

 

© Antonio Pardal Rivas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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