LA CRISTIANA

 

 

 

 

 

 

 

Alfaquíes de mi reino,
doctores de mi Granada,
¿No veis que me estoy muriendo
por culpa de una cristiana?
¿No veis que mis ojos lloran
como alfaguaras de plata
cuando estrecho entre mis brazos
a mi adorada Soraya?


-Muley Hacen, ¿Por qué gimes
si sabes que una pagana
nunca podrá suplantar
a la Horra mahometana
por mucho que tú la adores
y aprenda en una madrasa
versículos del Corán
y las suras musulmanas?-

¡Ay, flor de valles lejanos,
la de carita de nácar,
aquella que tanto quiero
y no puedo hacer sultana!
¡Por ti abandono mi reino,
y al Zagal le doy mi Alhambra!
¡Y hasta Al-Ándalus florida
a Boabdil le dejara!

¡Ay, cristiana de ojos garzos
y de melena dorada,
los hoyuelos que se forman
cuando sonríe tu cara
han conseguido que olvide
las bellezas de mi Alhambra
alhajada por encajes
de estucos y filigranas...!

Y aunque pasen mil veranos
y las flores se secaran
en los jardines de ensueño
que al Zagal le regalara,
hay un rincón que no he dado,
pues será eterna morada
de esta pasión que nos une:
mi balcón de Lindaraja...

En él besaré tu cuerpo.
En él miraré tu cara,
y en sus arcadas floridas
uniremos nuestras almas,
respirando eternamente
el aroma de albahacas
que baja por las laderas
de nuestra Sierra Nevada.



© Antonio Pardal Rivas

19-02-08











































 

 







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