Callosas
son las manos del abuelo.
Callosas y sus dedos arrugados.
Su cuerpo ya le duele en todos lados
y tiene en la cabeza poco pelo.
Sus
ojos se dirigen hacia el cielo
buscando entre los tonos azulados
imágenes de amores ya pasados
que sirvan a sus penas de consuelo.
Luchó
en su larga vida sin descanso,
contento y de su prole rodeado,
venciendo con tesón la gran batalla.
En
premio halló el abuelo su remanso
en una residencia, muy cuidado,
pues no pueden llevárselo a la playa.
©
Antonio Pardal
Rivas
28-08-07
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