CARICIAS

 

 

 

 

 

 

 

 

Quemaban los inmensos secarrales
cruzados por caminos que los años
dejaron en los riscos más extraños
de férvidos y ocultos arrabales.

Quemábanme cual soles estivales.
Con saña. Con pasión. Causando daños
mezclados con placeres aledaños
arúspices de extrañas bacanales.

El sádico, salaz y extraño fuego
que lengua tan voraz me producía
mataba lentamente mi sosiego.

Y envuelto por tan dulce brujería,
gozaba del ardiente y dulce espliego
sabiendo que en sus llamas moriría.

© Antonio Pardal Rivas

29-07-07

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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