DESVARÍO

 

 

 

 

 

 

Te busqué en la profundidad de los abismos,
y no estabas.
Te busqué en la espesura de los bosques,
y no estabas.
Te busqué entre las olas de los mares,
y no estabas.

Esta triste soledad que me embargaba,
me empujaba a buscarte en todo sitio.
En el suave murmullo del riachuelo.
En el hálito del aire en la alborada.
En el trino melodioso del jilguero.
Pero nunca te encontraba.

Cada instante de mi vida lo pasaba,
intentando reencontrar mi bien perdido,
aguardando que el acaso me tornase
el aliento de tu alma y sus suspiros.

Mas por mucho que lloraba por tu ausencia
y por más que recordase tu cariño,
me faltaba tu presencia.

Te habías ido para siempre de mi vida.
Era un hecho ineluctable, sin remedio.
Ya eras pura inanidad, simple recuerdo.
Sensaciones que tan sólo en mí existían...

Mas un día descubrí lleno de euforia,
el lugar donde, viva, te encontrabas.
Y grité, rebosante de alegría...
¡Ya sabía donde tú te refugiabas!.
¡No me habías abandonado!
Te albergaba, esplendorosa en tu hermosura,
¡Mi memoria...!

Desde entonces me acompañas sin cesar.

Cuando pálida, la luna me ilumina...
con tus ojos, tú me miras.

Cuando veo los trigales germinar...
a mi lado siempre estás.

Cuando siento la belleza de la vida...
dulcemente me acaricias.

Eres tú, como antes, como luego, como siempre.

Eres tú, tierno amor mío.

Eres tú, habitando en mi memoria...

Y aliviándome este loco desvarío...

© Antonio Pardal Rivas

Febrero, 2006

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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