Angel mío.
Hoy, juntos, pasamos otra Navidad.
Nací doce días antes de una guerra.
Esta misma noche tú celebrarás
los años que, dulce, llevas en la tierra.
Vamos a estar pocos,
pués sólo seremos
tus padres, el hijo que, tierno, tu amor me entregó,
y yo.
¿Recuerdas los años en que eramos tantos?.
¡Claro que te acuerdas!
Los Ángeles nunca se olvidan de nada.
¡Todo lo recuerdan!
Eran otros tiempos...
Todos tus hermanos aún eran chicos
y aquí, bulliciosos, alegres cantaban
bellos villancicos.
Y mis otros hijos están con su madre,
que se halla muy sola.
Y cual buenos hijos con ella se van.
Lo veo natural.
Yo te tengo a ti, el don mas preciado
que el Sumo Hacedor me ha donado a mí.
¡Un Ángel del cielo por Dios destinado
a darme su amor mientras siga aquí.!
Los tres cantaremos con voces cascadas
la Gloria de Dios en su Navidad.
Y tú con tu voz bajada del Cielo,
impartiendo amor, también cantarás.
No sufras, mi angel, si lloro un poquito.
No será de pena, pues te tengo a ti.
Quizá sienta un poco de tierna nostalgia
de otras Navidades que antaño viví.
Ahora estoy más solo. La vida es así.
Y siento añoranza de tiempos pasados.
Pero estoy alegre, pues tú estás aquí,
llenando el espacio por otros dejado.
Si ves que mi cara una lágrima surca,
o que algún gemido se escapa en mi canto,
no pienses que llore porque mi alma sufra,
que también la dicha se expresa llorando.
©
Antonio Pardal Rivas