EL PARAÍSO PERDIDO

 

 

 

 

 

Con la mirada oscura y desvaida
salieron sin volver la vista atrás
sabiéndose vedados, que jamás
podrían regresar a aquella vida.

La dicha que gozaron ya perdida
les quema las entrañas: ¡nunca más!,
silbaba la serpiente y al compás
les sangra por doquier la vieja herida.

La soberbia nubló su pensamiento
transgrediendo la ley en su locura,
sin escuchar razones de aquel viento.

Ya saben que el dolor no tiene cura;
sin fijar la mirada, el paso lento,
se abrazaron sin fin en su amargura...

Sofía Martinez-Avellaneda
24 de septiembre de 2007.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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