Ya ciego estoy, hundido y derrotado,
no me quedan vestígios de bravura,
el amor me sumió en dulce locura,
con vileza y traición yo fui pagado.
De caricias y besos fui colmado,
la miel de sus abejas libé pura,
sin saber del pantano de amargura
al que ella me arrojó por confiado.
El pelo me cortó en su desafío,
y dejé de ser fuerte, gran coloso,
a la noria doy vueltas y la guío.
Ya no soy aquel hombre poderoso,
ni siento el corazón, pues ya no es mio,
lo perdí entre sus brazos y fué hermoso.
Sofía Martinez-Avellaneda
9 de febrero de 2007