Mirando embelesada, vi una estrella
pasando fugazmente ante mis ojos,
desprendiendo a su paso rayos rojos,
serpentina de luces en su huella.
Mas al momento ya no supe de ella,
perdida en aquel campo sin rastrojos,
sin conseguir siquiera los despojos
de aquella luz tan fútil y tan bella.
Iluminó la noche un solo instante,
volviendo a quedar todo como estaba,
el hielo del silencio era cortante.
Ya en el ocaso, mi alma la añoraba
atisbando los cielos..., fiel amante
de una estrella fugaz que no olvidaba.
Sofía Martinez-Avellaneda
21 de agosto de 2007