EL OCASO

 

 

 

 

 

Miras el laberinto sin salida,
sin encontrar la puerta deseada
que libere la oscura encrucijada
mostrándote la luz que fue querida.

Y procuras sentirte agradecida
por las horas de estar ilusionada
aún sabiendo muy bien que no era nada
pues los sueños no son nunca la vida.

Ya no sabes que hacer, con apatía,
mirando tu figura en el espejo,
piensas lo que te queda todavía.

Sólo el ocaso vés en el reflejo
y te invade sutil melancolía
sabiendo que el amor no se hace viejo...




Sofía Martinez-Avellaneda
15 de julio de 2007

 

 

 

 

 

 

 

 

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