DOS VIDAS Y UN DESTINO

 

 

El azul de aquellos ojos,
paisaje agreste del alma,
amarillentas las heridas
y qué huecos sus pasos
aquel amanecer.

Y esperé silenciosa a que hablara,
la mirada quieta y las manos
soportando el dolor de las uñas
en las palmas clavadas.

Se rompió de pronto el silencio
y como agua lejana brotaron sus palabras;
nada tenemos que nos ate en esta vida,
tal vez en otra fuimos amantes, yo no lo recuerdo,
nada hay aquí que valga la pena morir por ello,
pues vivir sin amar es como estar muerto,
y yo dejé de amarte cuando la conocí a ella.

El orgullo pudo más que la prudencia
Y, alzando la mirada y con una sonrisa sobrepuesta:
-Vete, ya ves me facilitaste las cosas;
yo tampoco te amo, no esperes lágrimas ni súplicas;
ponte en contacto con mi abogado.
Bajó la cabeza, cogió su chaqueta y salió sin hacer ruido.

Sonidos de sirenas rompiendo la paz del alba.
Dejen paso por favor, hay un herido en el asfalto.
Ya sólo alcancé a ver cómo cerraban el azul de sus ojos.




18-septiembre-2007

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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