Me siento en lo alto de un risco 
donde queda alguna almena 
de un viejo castillo moro, 
el castillo de Recena. 
Asombrada la pupila 
que en el mirar queda presa 
observo un extenso mar 
cuyas olas están prietas 
con el retozar constante 
de colinas que se asientan 
haciendo una ese ondulante 
por debajo de sus crestas. 
En ese mar verde y plata 
color de esperanza plena 
bailan en danza armoniosa 
ramas que el olivo lleva 
cuajadas de hojas divinas 
con blanco de luna llena 
cubiertas por este lado, 
por el otro se nos muestran 
verde oscuro, son los ojos, 
ojos de la aceitunera... 
y en su incesante ondear 
la brisa juega que juega. 
El viejo castillo moro, 
el castillo de Recena, 
está en medio de un mar 
que hay desde Jaén a Baeza. 
Es un mar que siempre aguarda 
lleno de paz y belleza 
donde el trabajo es muy duro 
y el terrateniente aprieta, 
donde el jornal es escaso 
y para comer no llega… 
Los señoricos del campo 
se van al campo de fiesta. 
Fiesta hay entre los olivos 
para dos clases de gentes, 
unas que trabajan duro 
las otras…que se divierten 
y la diferencia está 
en quien se angustia y padece 
pero la oliva madura 
no quiere entender de frentes. 
Crece en aquel ancho mar 
y en verde plata se mece 
con su belleza que asusta, 
con su belleza imponente.
        Joaquín Pérez de la Blanca y Vida. 
        10-febrero-2008.