Al iros, siempre brilla placentero
el sol del día, para que ilumine
la ida y el miedo no se determine
con obsesión en el soldado austero.
Se te recibe como forastero
hostil, sin medios para que germine
el seguro y tu vida no termine
en un ardid oculto y tan certero.
Y cuando ya difunto, por la guerra
inútil fenecido, en bruna noche
te traen a tu amada y noble tierra.
Que infame recepción por el derroche
de alevosía que la acción encierra,
al dotarla de injusto y leso broche.
Carlos
26 de septiembre de 2007.