UNA LEYENDA CELTA

 


La noche deja paso al día,
asoma el sol temeroso,
llenando de luz la mañana.
El canto del gallo indica
que está amaneciendo,
la aldea despierta.

Las gentes en sus quehaceres
apresuran terminar pronto,
pues hay motivo de fiesta,
de danza y de alegría.
Llega el bardo,
suficiente razón
para hacer festivo el día.
Con sus poemas y cantos
que contagian la alegría,
con sus leyendas pasadas
que son bien recibidas,
con la emoción...
Pues junto al sol
le da calor al día.

Asoma por el camino
que viene del mar,
cerca ya del mediodía.
Semblante alegre y tranquilo
adorna su figura,
no es joven ni viejo,
se diría no tiene edad.
Figura eterna, con dulzura
que gran confianza da.
No es portador de posesiones.
Nada tiene, nada quiere.
Tan solo el Awen, y un jarrón
donde dice guardar el alma,
de gente que antaño amara.
Al cuello un torque de oro
que considera prestado,
y que poder devolverlo
es su destino.

En la plaza las gentes
peparan el festín,
comerán y libarán
en honor a Belenos.
Cantarán y danzarán
agradando a Taramis.
Escucharán al bardo poeta
en honor al amor.

Cuando termina el festín
pone el jarrón en la mesa,
de pie, para ser oído por todos
comienza a declamar
con voz melodiosa:

Era el principio de los tiempos
en que terminaba la guerra,
aquella que nos condujo
a liberar nuestra tierra,
y de pueblos amigos, hermanarnos.

Con la paz la prosperidad
con esta la sabiduría
de nuestro pueblo.
De gentes de otros lugares
que con fraternidad venían,
traían cultura, aprendían la nuestra
haciendo que Lweydd engrandeciera.

Con ellos llego el joven Nasius
procedente de tierras grecas
y aseguran, discípulo de Tales.
Enviado en hermandad
para aportar conocimiento
al templo del saber y la fe
Avalón, a estudiar con los druidas.

Amante de lo bello
pasea perdido por la isla,
admirando el entorno
recreándose el alma.
Acierta a llegar al roble
centenario de los tiempos,
árbol sagrado y respetado
donde una mujer está adornando
sus ramas con muérdago
cortado con hoz de oro.

Es una joven druida
que al hombre ha impresionado,
no sólo por su belleza
que le parece intensa,
sino por su sonrisa
y el brillo de sus ojos,
la crean un especial aura.
Agradablemente atraído
se siente el joven por ella.

Dice llamarse Arilde
mientras le pregunta su nombre.
Se acerca el joven filósofo
presentando su persona e interés,
agradado por estudiar juntos.

Ya junto al árbol está
una sonrisa y un ruego.
Han de besarse...
Porque están bajo el muérdago,
no acierta el joven a responder
cuando por ella es besado
La mejilla arde, el alma más
mientras la ve alejarse.

Muchas más veces coincidieron
y junto a ellos un joven bardo,
entusiasmado por ser poeta
por los druidas recogido,
junto a Arilde educado,
amigo de ambos...
En el corazón de todos.

Aprende Nasius maravillado
a interpretar la vida
observando las aves, el cielo,
respetando el entorno.
En el alma de Arilde agrada
el conocimiento de las personas
y del propio yo interior,
la moral ética de Nasius,
el valor de la libertad.

Muchos ratos agradables
aprendiendo uno del otro,
compartidos con el bardo.
El amor nacido junto al roble
ahora es madurado, intenso,
no existe nada más.

Pero siempre hay barreras
que hacen dura prueba al amor.
Ella ha de ser druida virgen
consagrada en la fe y dioses,
pero ha roto su promesa.
Ya no quiere sentirse diosa
sino madre y mujer enamorada,
pero no le es permitido.

En lo alto de la montaña
que desciende hasta el mar,
los tres amigos y un secreto.
Ella le entrega al bardo
un torque, fundido de la hoz,
cuyas puntas asemejan
un águila y un cisne,
junto a un corazón
Un jarrón labrado, una instrucción:
ir al roble centenario,
talar la rama adornada,
que está muriendo, incinerarla,
guardarla en el jarrón.
Conservarla, porque lleva su alma,
salir al mundo y cantar su historia.
Buscarles por los tiempos
y cuando les encuentre,
entregándoles lo prestado,
alumbrará a su hijo.

Se despiden con abrazos
animándole a partir,
sin volver la vista atrás.
Desciende el bardo la montaña,
la mirada al frente,
su mente en sus amigos.

Ellos se besan por última vez
palabras de amor, se dan la mano,
y juntos se arrojan al vacío.
Cuando el bardo llega al mar
alzando la vista al cielo,
acierta a observar, con una sonrisa
el vuelo de aves magnificas,
un águila acompañada de un cisne.

Ha de cantar y buscar
hasta que amanezca el día,
que desaparezca la ingratitud
para devolver su presente

Al-campoamor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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